La increíble historia de Sylvia Bloom

Hay historias e historias. Algunas son historias de andar por casa pero existen otras motivadoras y curiosas como la de Sylvia Bloom que vamos a tratar en el artículo de hoy.

Una vida frugal, curiosidad, humildad y el trabajo en segundo plano del interés compuesto son algunos de los ingredientes de esta increíble historia.

Vamos allá.



Quién es Sylvia Bloom

Primero empezaremos viendo quién no es Sylvia Bloom.

Nuestra protagonista no se jubiló a los 30, ni a los 40 ni a los 50; tampoco era ninguna gestora de fondos estrella; ni una inversora que saliera en la portada de Time; ni ninguna otra superestrella o cerebro matemático.

Fue hija de inmigrantes del este de Europa y no disfrutó de una infancia fácil ya que tuvo que crecer en el Nueva York de la gran depresión.

Trabajaba por el día y estudiaba por las noches para terminar sus estudios.

Todo ese esfuerzo no cayó en saco roto ya que con el tiempo pudo encontrar un empleo como asistente jurídica en el gabinete de una firma de Wall Street llamada Cleary, Gottlieb, Friendly & Cox.

En este lugar encontró su salario, su propósito y su fortuna desde 1947 hasta su muerte a los 96 años.

Hasta aquí todo correcto pero indaguemos un poco más.

Qué consiguió

Durante el trascurso de su vida laboral tenía la oportunidad de organizar no solamente el trabajo de sus jefes sino también sus inversiones diarias.

Recordemos qu el bufete de abogados donde trabajaba se encontraba en Wall Street y no es difícil imaginar el ajetreo de la compra y venta de acciones en sus aledaños.

El ambiente también debía ser bastante cargado: llamadas telefónicas, faxes, gente trajeada entrando y saliendo de edificios de 50 plantas, humo de cigarrillos y vapor de las alcantarillas…

Los jefes de Silvia eran avezados inversores y cada vez que alguno compraba acciones de una empresa, ella lo imitaba, replicando la misma inversión. Los años fueron pasando y el interés compuesto fue ejerciendo su magia.

Durante su vida, Silvia fue acumulando un patrimonio que ninguno de sus allegados podía imaginar.

Después de su muerte, su sobrina que ejercía como albacea encontró repartidos en once bancos la friolera de 9 millones de dólares. No se lo podía creer.

Cuatro lecciones de esta historia

No es retiro temprano

El otro día escuchando un podcast, alguien comentaba que antes de retirarse para no hacer nada preferiría estar muerto.

Y es que el ser humano necesita un propósito, objetivos.

Es lo que no enseña la historia de Silvia Bloom quien sabemos que disfrutaba de su trabajo mientras su inversión iba creciendo cada vez más.

La historia de Bloom no es una típica historia de independencia financiera antes de los 40 ni antes de los 50 o 60. Se jubiló a los 96 años, casi hasta su muerte.

Si nuestro trabajo nos llena y nos da satisfacciones entonces ya nos hemos retirado; nos hemos retirado de otras opciones peores que no dan sentido a nuestro tiempo.

Interés compuesto

Otra característica interesante de la historia de Bloom es que se inició a invertir desde muy joven.

Ya hemos visto la importancia de empezar pronto para dejar que el interés compuesto trabaje por nosotros durante décadas. No es de extrañar que su patrimonio se acelerara tanto..

Debemos tener en cuenta que durante este tiempo ocurrieron muchas cosas, se atravesaron crisis y momentos históricos muy convulsos (incertidumbre lo llaman ahora). Por ejemplo la guerra de Vietnam; la crisis del petróleo; el lunes negro de 1987; el atentado de las torres gemelas o la crisis de 2008.

Durante su vida fue testigo de grandes debacles del siglo XX y parte del XXI pero eso no impidió que siguiera invirtiendo y consiguiese esa estratosférica cantidad.

Vida modesta

La vida de Sylvia Bloom estuvo caracterizada por la frugalidad.

Según cuentan las crónicas llegaba a la oficina cada día en metro y vivía junto a su marido en un modesto apartamento de Nueva York.

Algún conocido afirma que si hubiera querido habría podido vivir en las zonas más lujosas de Nueva York como Park Avenue.

Seguramente Sylvia sabía cuánto era suficiente y disfrutaba con lo que tenía.

Generosidad

Por último y no menos importante es el objetivo de todo ese ahorro.

Estaba claro que nuestra protagonista en algún momento alcanzó la independencia financiera pero decidió seguir trabajando.

Ese no era su objetivo.

Bloom no tuvo hijos y decidió legar su patrimonio a instituciones educativas como una forma de agradecimiento por la educación que había recibido en su juventud y que le permitió conseguir un puesto de trabajo.

Conclusión

La larga vida de Sylvia Bloom nos deja varias enseñanzas acerca de la inversión pero también acerca de la importancia de llevar una vida discreta y austera.

El mundo de hoy está marcado de forma agresiva por la inmediatez, el miedo, la codicia y el hype. En este contexto su historia nos invita a reflexionar.

Aunque vivió parte de los peores momentos de la historia reciente no dejó que todo eso interrumpiera su inversión ni su tesón por el trabajo.

A veces pensamos en la libertad financiera de una forma superficial, pero lo más importante es que esa libertad nos deja espacio para llevar la vida que deseamos, haciendo aquello que nos gusta o se nos da bien.

Con más libertad financiera tenemos más opciones aunque no cambiemos de empleo. Opciones de seguir, cambiar, dar, vivir más y mejor.

Un abrazo,

Inversor Novel



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